Una pequeña población al norte de Filipinas llamada Buscalan esconde un tesoro invaluable: la última tatuadora tradicional de la tribu Kalinga. Se llama Whang Od y tiene 92 años, y el día que ella muera se llevará a la tumba la tradición milenaria de tatuar utilizando espinas y bambú como únicas herramientas.
Entre los habitantes de la aldea se acostumbraba tatuar a las mujeres en edad casadera, pues se creía que entre más símbolos tuvieran más bonitas eran; mientras que los hombres eran considerados más fuertes entre más signos llevaran en el cuerpo, como los guerreros que tenían tatuado un ciempiés para las batallas, y si regresaban victoriosos, eran marcados con un águila en el pecho.