Amigos y conocidos acudieron al funeral de Noela Rukundo en su casa de Melbourne, Australia, después de que su esposo Balenga Kalala les anunció su fallecimiento en un “accidente” durante una visita a su país natal, en África. La pareja de refugiados había llegado 11 años antes a Australia y se conocieron mientras eran ubicados por asistentes sociales en ese país.

Pero el funeral fue interrumpido por la propia Noela, que apareció ante los ojos incrédulos de su esposo quien la había mandado matar mientras asistían en Burindi al servicio funerario de su madrastra. Los cargos contra Kalala fueron debidamente demostrados con pruebas aportadas por los sicarios a quienes había contratado y la justicia lo sentenció a nueve años de cárcel.

Un poco de aire fresco para Noela

Noela Rukundo en un restaurante vestida de saco oscuro y pelo suelto

Después de asistir al funeral de su madrastra, Noela estaba agobiada, por lo que antes de que el protocolo terminara tuvo que regresar a descansar a su hotel. En una llamada que recibió de su esposo mientras estaba ahí, él le sugirió dar un paseo para recuperar el ánimo.

Me dijo que fuera a tomar aire fresco.

Una voz conocida al teléfono

Balenga Kalala con una playa al fondo

Cuando salió del hotel un hombre le apuntó con un arma mientras la obligaba a subir a un auto. Al llegar a su guarida, los hombres le preguntaron qué le había hecho a su esposo para que quisiera matarla; ella pensó que mentían y la tacharon de tonta, hicieron una llamada a quien solicitó sus servicios y entonces escuchó la voz de su esposo:

¡Mátala! ¡Mátala!

La liberan ¡con todo y pruebas contra su esposo!

Foto de la boda de Balenga Kalala y Noela Rukundo

Pero los secuestradores le dijeron que ellos no mataban mujeres y niños; por el contrario, le entregaron las pruebas de los depósitos hechos por su esposo cuando “solicitó sus servicios” y la grabación de las llamadas telefónicas acordando con él los términos.

¿Un fantasma?

Servicio funerario de Noela Rukunda

Luego de ser liberada, Rukundo volvió a Melbourne con la ayuda de las embajadas de Kenia y Bélgica; el pastor de su iglesia la llevó a su casa, en donde tenía lugar “su funeral”. Cuando su esposo la vio no podía creerlo.

¿Son mis ojos? ¿Es un fantasma?

A pesar de que negó inicialmente lo que hizo, Kalala se enfrentó a las pruebas contundentes en su contra y la juez lo sentenció a nueve años de prisión. Él confesó que pensaba que ella lo dejaría por otro hombre, por lo cual decidió llevar a cabo su plan.